Estados Unidos: ¿sorpresa o realidad electoral?
Fernando Barros T. Abogado. Consejero de SOFOFA
- T+
- T-
Fernando Barros
Si bien el resultado de las urnas arroja un ganador en cuanto a los votos obtenidos en la contienda presidencial americana, su sistema de electores por estados mantiene el suspenso, por unos días, sobre quién alcanzó los 270 delegados necesarios para ser Presidente. Es incuestionable que la elección ha sido una de las más reñidas de su historia, ha convocado la mayor cantidad de electores a ejercer su voto y que las predicciones, encuestas y “opiniones autorizadas” estuvieron tan lejos del resultado y del sentir del pueblo americano que amerita revisar lo ocurrido.
Es un hecho que las élites intelectuales, académicas y de las comunicaciones norteamericanas han tenido una vinculación histórica con los postulados y líderes del Partido Demócrata y su agenda política, la que se ha ido haciendo progresivamente más lejana a los valores tradicionales de la cultura estadounidense, sus creencias espirituales y sus convicciones libertarias en materia de iniciativa personal y emprendimiento.
Es particularmente notoria la migración ideológica de los medios, que han ido cambiando su compromiso con la libertad de información y de expresión —en cuya virtud existen y gozan de muchos privilegios y protecciones para el ejercicio de su labor— por su utilización como equipos de guerra, no ajenos a las pasiones y desenfreno de la contienda política, en ocasiones induciendo o justificando la violencia de grupos anti sistema y transformándose ya no en instrumentos para que se refleje el sentir y opiniones del pueblo americano, sino que en comandos o instrumentos partidistas.
Sin perjuicio de las provocaciones del Presidente Trump, el establishment liberal no perdonó que derrotara a su candidata y una amplia mayoría de los medios de comunicación impulsaron y apoyaron permanentes acciones de desgaste en su contra; estuvieron detrás del fracasado intento de lograr su impeachment, dieron una cobertura a la violencia surgida tras los incidentes raciales que parecían favorecer el desenfreno y destrucción extremos en diversas ciudades, y llegaron a censurar las opiniones disidentes sobre la forma en que debía mantenerse la ley y el orden.
Ante la elección presidencial la prensa cerró filas con la campaña de la dupla Biden-Harris en una actitud partisana propia de barras bravas, lo que resulta evidente del dudoso origen e intencionalidad de las desastrosas proyecciones de resultado publicadas, las que impusieron una imagen de derrota de la dupla Trump-Pence y los candidatos republicanos al Senado.
La ola demócrata no se dio, el Presidente Trump incrementó en cerca de 8 millones y 1 punto porcentual su votación de 2016, los republicanos mantienen el control del Senado y ganarían 20 de los 35 asientos en disputa, disminuyeron la diferencia en la Cámara de Representantes recuperando parte de los asientos perdidos en 2018 y obtuvieron la más alta votación de su historia.
El daño causado al proceso electoral no es imputable a las agencias encuestadoras, ya que la prensa ha debido cumplir un rol equilibrador y pacificador en un proceso democrático institucional, en especial en un país que ha vivido una explosión de descontento y violencia por situaciones que la sociedad americana, de muchos gobiernos y partidos, no ha sabido considerar y solucionar respecto de sus minorías nacionales y sectores más vulnerables.
En momentos en que el mundo sufre los estragos de la pandemia y en muchas sociedades explota la agitación y caos, los medios de comunicación deben aprender de su derrota norteamericana y pasar a ejercer un claro liderazgo en propender a la convivencia pacífica y democrática.